9.18.2013

503. Las manos tienen sed.

Tocan, sedientas; recorren, ansiosas.

Despacio, lentamente, poco a poco, deleitando al tacto con esa suavidad anhelada, recorriendo los suaves contornos con los dedos, gimiendo con la piel, los suspiros agolpados, las miradas calladas, transmitiendo todo a través de las suaves caricias; arriba y abajo; una y otra vez.

Suben, bajan, rodean, abrazan, sostienen, aprietan, recorren contornos y espacios, lagunas y lagos, ríos y cascadas, se embeben de historias viejas, de historias nuevas, se trazan cuentos para las noches de insomnio, para las noches de luna llena, para los días grises y para los días rosas, para iluminar las tristezas y formar sonrisas.

Ellas saben lo que deben de hacer, nadie les dice nada, no hay necesidad, conocen los caminos recorridos y buscan los nuevos que hay por descubrir.

Se empapan para convertirse en un mar, en un río, en tormenta desbocada que cae desde el cielo, mojando todo a su paso.


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