8.26.2010

Clima de melancolía

Ayer en la tarde salí del trabajo, y voltee a ver el cielo, nubes algodonosas y oscuras al mismo tiempo recibieron a mis ojos, en ese instante dije, va a llover.

El aire se sentía caliente y sofocado, de esos que al bajarte del carro tu ropa esta sudada y tu cuerpo pegajoso, de ese que te hace querer estar debajo de la regadera el mayor tiempo posible, porque al salir, el chorro de sudor ya empieza a correr.

El aire además del calor y el sofoco, también trajo otros recuerdos, de tiempos lejanos y pasados.

Los días de clima como este que cuando llueve hacen que el aire se llene de aroma a tierra mojada, y que aun hoy al olerla, me lleva a esos días.

Días interminables, altas horas de la noche cuando el calor te impedía dormir acompañaban nuestras aventuras.

Como olvidar que en uno de esos veranos aprendí a andar en bicicleta, a patinar, nos cansábamos de correr, de jugar, de nadar.

Indispensable ir a la plaza, comprar un aguanieve de limón y compartirlo con alguno de los primos, siempre de dos en dos, correr, visitar al abuelo en su oficina, oír las historias de cuando trabajo en la alcaldía, visitar a los tíos, ir a la alberca de Pemex, hacer concursos de canto, de baile.

Correr por el zaguán de la casa, cortar limones y granadas del árbol de la bisabuela para comerlos con azúcar, ver las caricaturas todos sentados en la cocina, festejar cumpleaños.

Dormir todos en un cuarto acomodados, en la cama, en el suelo, en donde cupiéramos.

Jugar a las muñecas de papel, hacer mermeladas y galletas con la receta de la abuela.

pedirle el domingo al abuelo.

comer "lonches".

Como olvidar el día que llovió tanto que las calles hicieron riachuelo, y que como niños nos metimos al agua sucia (muy sucia, vivíamos al final del pueblo, de bajada, así que imaginen como venia el agua), pero poco o nada nos importo, la mayor desgracia que podíamos encontrar es que se nos enterrara un torito, y eso era todo.

O la vez que nos dio por querer ser payasos y todos desde el mas chico hasta el mas grande, nos pintarrajeamos, con plumones.

Días que parecían no terminar.

Y cuando al fin terminaban, nos quedaba la promesa de un siguiente verano y muchos días de nubes algodonosas y oscuras.