3.26.2020

512. Leyendas Marinas.

Para el Reto de Marzo, decidí usar la primera parte de un relato que escribí hace ya varios años, obviamente como no lo he terminado jamás ha visto la luz del sol 😃 hasta hoy; espero algún día poder terminar la historia y ponerla completa.  Por lo pronto aquí les dejo esta primera parte.

Relato que incluya una criatura sobrenatural.


¿Quieren que les narre una historia? Pregunto el viejo capitán –Y los niños al no tener nada mejor que hacer en esa tarde lluviosa, corrieron a sentarse a los pies del sillón, donde descansaba el viejo; quien acomodando la pipa en su boca, les dijo, les voy a contar de la vez que conocí a una sirena.

-¿Una sirena? ¿Como las de los cuentos? –Pregunto uno de los niños, mientras los demás murmuraban asombrados. 
–Así es, contesto el capitán con una sonrisa en los labios.

Fue hace muchos años, yo apenas era un poco más grande que algunos de ustedes, aunque ya me sentía muy mayor y me urgía salir a pescar a mar abierto con mi padre y mi abuelo, estaba cansado de los quehaceres de la casa y de solo acercarme al pescado para ayudar a quitarles las escamas y tripas.
Pero mi padre, a pesar de que el mismo había salido a pescar a una edad más temprana que la mía, se negaba a llevarme con ellos, ya que decía que yo era muy impulsivo y que mientras no aprendiera a controlarme era un peligro para los demás y para mí mismo, el que fuera con ellos.

Bueno, pues yo había decidido que no me importaba que no quisiera llevarme, pues tenía hecho un plan completo y la próxima vez que viajara al pueblo a vender el pescado seco y conservas que mi madre preparaba, tomaría la lancha y me haría a la mar y traería tan buena pesca, que no solo no me regañarían por haberme escapado de esa manera, si no que recibiría muchas felicitaciones de los demás pescadores y con eso demostraría a mi padre que era lo suficientemente grande para acompañarlos.

Por fin había llegado el día, mi padre partió por la noche cargada la vieja carreta, justo antes de que mis hermanas y yo nos acostáramos, para estar en el pueblo al clarear la mañana y vender sus productos en el mercado.  Con un poco de suerte esos serían los últimos pescados secos que yo ayudaría a preparar.

Esa mañana me levante muy temprano, el horizonte se veía gris; una tormenta amenazaba con llegar a la costa, por un momento considere dejar mi aventura para otra ocasión, pero rápidamente deseche esa idea, pues sabía que tal vez no tendría esta oportunidad de nuevo muy pronto; por lo que tome un suéter más grueso y me lo puse encima de la ropa, ya tenía la mochila con provisiones listas para mi aventura, así que la tome del piso y la puse en mi espalda, mientras con mucho cuidado abría la puerta de mi cuarto y salí sin hacer apenas ruido.

Al salir al pasillo tome un pequeño descanso para comprobar que todo seguía en silencio y tomar del refrigerador un trozo de carne que le iba a dar al perro, pues con sus ladridos era capaz de despertar a toda la casa en pocos minutos y entonces sí, hasta ahí llegaría mi aventura.  Con mucho cuidado abrí la puerta, aventando el pedazo de carne por delante de mí, escuche correr al perro, conté hasta 15 y salí de la casa; cerré la puerta a mi espalda con todo el sigilo que fui capaz y di unos pasos para ver la reacción del perro; pero este entretenido en morder y saborear la carne apenas si volteo a verme, una mirada como diciendo – ¿Y ahora a dónde vas tú a estas horas? Pero no debió interesarse demasiado en la respuesta, pues rápido regreso su atención al trozo de carne entre sus patas.  Rápidamente pase a su lado, y con pasos rápidos entre la arena, llegue a la reja; en ese momento me volví para contemplar la casa, por un segundo me pareció ver que las cortinas en el cuarto de mi abuelo se movían, observe con más cuidado, pero nada más sucedió, tal vez fuera el viento de la tormenta que ya estaba jugando en tierra o mis nervios traicionándome; así que apresure el paso y de un salto pase sobre la valla, dejando detrás de mí al perro que seguía comiendo y la casa en total silencio.

Mire la hilera de casas, en donde algunas luces ya empezaban a asomar en la oscuridad de la mañana, tenía que apresurarme pues los otros pescadores no tardarían en salir de sus casas, y si alguno de ellos me veía, habría preguntas y bueno, yo quería evitar cualquier encuentro que no me dejara realizar mi hazaña.  Así que corrí lo más rápido que pude con el peso de la mochila golpeando en mi espalda, y pensando que tal vez ese suéter extra no había sido tan buena idea, corrí pasando por el borde de la playa hasta donde estaba nuestra lancha amarrada y con gran trabajo –Realmente no pensé que pesara tanto- logre voltearla, metí los remos dentro y empuje con todas mis fuerzas, resoplando y jadeando; a través de la arena húmeda, hasta tocar el agua, una vez ahí fue fácil deslizarla dentro, aventé mi mochila por encima de la borda y de un salto me subí, el corazón me latía furioso dentro del pecho, el cuerpo cargado de adrenalina listo para comenzar la aventura, tome un par de segundos, para relajar mi respiración agitada por la carrera y el esfuerzo y tomando los remos, poco a poco logre agarrar el ritmo en el remado; despacio fui dejando la playa y la ensenada que rodeaba nuestro pequeño pueblo pesquero y entre a mar abierto.  Cuando me di cuenta la playa era ya un punto en la distancia y la mañana asomaba ya en unos tímidos rayos de sol que se asomaban entre los nubarrones grises, solo esperaba que la lluvia tardara todavía en llegar; aunque sabía también que gracias a esa amenaza de tormenta ningún pescador saldría hoy a mar abierto, se limitarían a echar las redes cerca de la playa, y así en cuanto empezaran a caer las primeras gotas, levantaría todo y regresarían a sus casas. Nadie quería arriesgarse a quedar atrapados en medio del mar con una tormenta encima de ellos, pues el cielo se oscurecía tanto que a veces parecía media noche en vez de medio día.  Los más viejos espantaban a los niños pequeños diciéndoles que esos días es cuando los demonios del mar aprovechan para subir a la superficie en busca de pescadores incautos que creyeron poder vencer a la tormenta.

-Cuentos de viejos- pensé yo, es solo que a nadie le parece cómodo estar mojado hasta los huesos, mientras trabaja.

Seguí remando hasta que perdí la playa de vista, metí con mucho esfuerzo los remos dentro del bote y tome mi mochila de donde saque mi lonche, tanto trabajo me había dado mucha hambre; así que comí masticando deprisa, pasándome todo con tragos de agua.  Cuando termine, guarde la basura dentro de la mochila y echando los remos dentro del agua, fui remando más mar adentro; ya que mi abuelo siempre decía que ahí es donde se consigue la mejor pesca y yo tenía que llevar solo lo mejor.  Por fin, después de remar durante un rato, me sentí satisfecho con el lugar donde estaba.  Enseguida me puse a buscar el ancla

-En ese momento, el capitán hizo una pausa en el relato, para dale un par de caladas a su pipa y acomodar sus ideas para que ningún detalle de la historia se escapara de su memoria.

-Los niños inquietos le pedían que continuara, aunque el aún tardo un par de minutos más en hablar.-

Encontré el ancla en la esquina de la lancha, justo debajo de la cámara; solo para darme cuenta de que era demasiado pesada para mí, me fue imposible moverla, a pesar de que lo intente por varios minutos con todas mis fuerzas, con la cara roja por el esfuerzo y mi espalda empapada en sudor decidí que era mejor dejar el ancla donde estaba y buscar la red; después de todo si me movía con cuidado, no tendría ningún problema por la falta de anclaje.

Al fondo de la cámara estaba una caja de metal donde sabía estaba la red, así que con cuidado de no golpearme la cabeza, me agache y la jale hacía mí, en ese momento un relámpago rompió el silencio del mar, asustándome y haciendo que me levantara más bruscamente de lo que debería, con lo que la lancha se ladeo y uno de los remos se soltó de la chumacera debió al movimiento repentino y brusco, solo escuche el Plaf del remo al chocar en la superficie del agua, desesperado corrí hacía el lado de la lancha donde había caído estirándome lo más que podía sin caer al agua intentando alcanzarlo, pero fue imposible, para mi horror vi como el suave movimiento del agua empezaba a llevarselo, sabía que debía de pensar rápido antes de que se alejara y entonces si fuera imposible alcanzarlo, tome el otro remo para intentar jalar al caído, pero el esfuerzo de los últimos minutos me habían dejado agotado, y debido al impulso en cuanto toco el agua el peso fue demasiado y sin que pudiera hacer nada para evitarlo escapo de mis manos.

Con los ojos desorbitados por el miedo, solo pude ver como los remos se iban alejando poco a poco de la lancha, mientras trataba de pensar cómo iba a hacer ahora para regresar a tierra firme, con un remo hubiera sido muy difícil mas no imposible, sin embargo, ahora, no sabía que hacer; inútilmente busque algo que pudiera usar como sustituto de remo, pero ahí no había nada que remotamente pudiera servir.  Mientras todo esto pasaba no paraba de pensar en mi madre, en mis hermanas pequeñas, en mi padre y en mi abuelo; en qué pensarían cuando se dieran cuenta que no estaba, cuanto tardarían en darse cuenta de lo que había hecho y si me encontrarían a tiempo, sin quererlo las lágrimas comenzaron a correr por mi cara, ya no quería esta aventura, ni llevar los mejores pescados, solo quería estar en mi casa, calientito y seco.

Después de un rato llorando, pensé que lo mejor que podía hacer era serenarme, y agotado por el llanto y el esfuerzo me acosté encima de una bancada, deseando más que nunca que alguien se animara y saliera mar adentro, que me encontrara y llevara de regreso.  Poco me importaba ya el regaño que me esperaba en casa y así sin darme cuenta, me quede dormido.  Cuando desperté, sentía frío así que intente jalar mi cobija, sin éxito; tarde algunos segundos todavía en recordar donde estaba y el problema que tenía, despacio me incorpore y estire mi cuerpo intentando alejar el dolor y la incomodidad por haber dormido sobre la madera dura, luego me talle los ojos y mire alrededor de mí, esperanzado en encontrar otra lancha cerca.

No encontré ninguna lancha, escuche muy atentamente y en silencio, por si escuchaba a la distancia algún motor o el chapoteo de remos en el agua; pero por más que me esforcé no escuche ni una ni otra cosa, desesperanzado, me senté en el fondo de la embarcación a pensar cual debía ser mi próximo movimiento, tal vez buscar algo que pudiera servir de vela y esperar que llegara un viento pronto, o revisar de nuevo por si algo pudiera servirme como remo; estaba sumido en esos pensamientos cuando escuche un pequeño chapoteo en la orilla de la lancha, creí que sería algún pececillo así que lo deje ser y seguí pensando cómo hacer para regresar a la orilla; pero el chapoteo seguía oyéndose en el mismo sitio, así que curioso me empecé a levantar para ver que lo provocaba, quien sabe, tal vez fuera un delfín, tal vez el pudiera ayudarme; pero al levantar la vista, en vez de un delfín lo que vi fue a la más bella criatura que hubiera visto jamás, tenía unos cabellos largos y negros que se movían al compás del agua, su piel era lechosa, tan blanca que la luna palidecía ante ella, sus ojos que me miraban fijamente eran de un azul tan intenso que parecían dos trozos de agua arrancados del mar, sus labios eran tan rojos como un botón de rosa floreciendo en primavera.

Me quede tan absorto viéndola que no me di cuenta cuando la fascinante criatura se acercó a mi lado, estaba tan cerca, con medio cuerpo dentro de la lancha, que si estiraba mi brazo, podría tocarla con la punta de mis dedos, sin embargo no lo hice y me quede donde estaba observándola, pues de pronto vinieron a mi mente todas esas historias que contaban los pescadores en las noches de luna llena, a la luz de las fogatas, historias en donde las sirenas –porque estaba seguro que esta criatura eso era- eran seres terribles que arrastraban a los incautos y desafortunados hombres que llegaban a cruzarse en su camino, llevándolos con ellas a las profundidades marinas.

La bella criatura debió ver la duda en mis ojos pues embozo una sonrisa capaz de opacar al mismo sol, y al verla todos los cuentos e historias desaparecieron de mi mente, solo quería acercarme a ella y tocarla.  En el mismo instante en que ese pensamiento cruzo por mi cabeza ella empezó a cantar con una voz tan hermosa, era como si un coro de ángeles hubieran bajado a cantar a mi balsa, la melodía salía y se elevaba a las alturas, sentí algo quemándome en las mejillas y al tocar mi cara me di cuenta que estaba llorando, me limpie los ojos, mientras la sirena entonaba una última nota antes de terminar la canción.

En ese estado hipnótico en que me encontraba, decidí que las historias que había escuchado toda mi vida definitivamente solo eran cuentos para asustar a los más pequeños, esta sirena parecía todo, menos capaz de causarme daño; despacio para no asustarla me acerque hasta que mi cara quedo casi pegada a la suya, ella me sonrío y me dio un beso en la boca, en el momento en que sus labios me tocaron, sentí como el aire se me iba del cuerpo, tarde un par de segundos en darme cuenta que en realidad no podía respirar, por más que intentaba jalar aire a mis pulmones, este no llegaba a ellos, me sentía como esos peces que boquean frenéticos al sacarlos del mar, intentando jalar aire de un medio donde no lo encuentran; me sentía mareado y todo me empezó a dar vueltas alrededor, mire a la sirena que aún sonreía y me quede paralizado de miedo, pues a pesar que seguía siendo la misma sonrisa que hiciera que me acercara a ella, ya no era para nada hermosa; era maligna y repulsiva.

Sentí que no podía más y que me estallaría la cabeza mientras las cosas a mi alrededor se empezaban a nublar, cuando ella entro completamente dentro de la lancha y en un solo movimiento me tomo de los brazos arrastrándome con ella a las profundidades, entonces supe que quedarme sin remos, había sido el menor de mis problemas que ahora moriría ahogado, y que nunca nadie encontraría mi cuerpo; por lo menos no completo, me dieron ganas de llorar pero no podía, así que solo cerré los ojos y espere el fin.




Esta recopilación participa en el Reto Anual "12 Meses 12 Relatos 2020" organizado por De aquí y de allá by TanitBenNajash