Para el relato de este mes, tocaba escribir una historia donde apareciera uno como personaje, estuve dándole y dándole vueltas a que podría ser, pero Agosto me falló en inspiración, espero haberlo hecho bien.
Por fin llegaron las vacaciones, tiempo para disfrutar en compañía de tíos y primos; la de aventuras que nos esperan.
Pero primero hay que llegar hasta ellos, el viaje en Autobús es de 24 horas más o menos, espero que el camión de este año este en buenas condiciones y que las personas que toquen alrededor no sean escandalosas o de esas que llevan lonche para el camino y solo se les ocurre llevar huevos duros y frijoles; bueno, que ese recuerdo aún perdura y no es nada agradable.
Ojalá y me toque a mi estar en la ventana, este año no se me olvido la almohada y la cobija, aunque regularmente es caluroso dentro con tanta gente junta, a veces, por la madrugada cuando vamos cruzando por el desierto de Sonora las temperaturas bajan y tener algo con que taparse a la mano es bueno. A mi mamá y a mí nos gusta viajar de noche, aunque por diferentes razones; ella porque dice que así el viaje se pasa más rápido y es menos pesado, pues al ser de noche tendemos a quedarnos dormidos antes siquiera de haber salido de Tijuana. A mí me gusta porque contrario a sus deseos, quiero acurrucarme junto a la ventana apenas dejemos atrás la ciudad y ver hacía afuera a través de la ventana hacía la oscuridad, tratando de adivinar las formar que van pasando rápidamente frente a mis ojos, después levantar la mirada al cielo y ver tantas estrellas en el firmamento que junto a la luna iluminan el paisaje. Mi mente viaja hacia mi familia, que se estará preparando para recibirnos, gustosa de vernos un verano más, mientras pienso en ellos, acomodo la almohada de tal manera que pueda aun ver a través del cristal, ya hemos llegado a La Rumorosa, todas las historias de fantasmas que se de ese lugar acuden a mi mente, y aunque el corazón se acelera no puedo dejar de mirar, pero cuando por fin distingo las luces de la ciudad allá abajo a lo lejos el palpitar desbocado se sosiega un poco, casi llegamos a la primera parada, algunas gentes bajaran otras subirán y seguiremos el camino sin parar hasta Sonoita, donde nos detendremos y bajaremos para que los Soldados revisen el camión mientras nosotros hacemos fila ante largas mesas donde pondremos nuestras maletas para que las revisen. Después regresaremos al camión y el chófer volverá a la carretera, de vez en cuando se detendrá en algún paradero, casi siempre en pueblitos pequeños, donde bajaremos a estirar las piernas mientras el chófer anuncia cuanto tiempo estaremos ahí, 15, 30 minutos, da igual, siempre me angustia que el camión nos deje o peor aún me deje a mi sola, siempre me hago historias de ¿Qué pasaría en ese caso? ¿Qué haría yo? Las posibilidades son infinitas, van desde trabajar en el paradero a la espera de que alguien regrese por mi hasta la de perseguir el camión a través de los pueblos, y ya casi cuando tengo toda una vida nueva armada, se escucha el grito anunciando que es hora de partir, así que mis aventuras en un pueblito perdido en Sonora tienen que esperar por otro viaje más.
Ahora que ya es de día me gusta ver a través de la ventana cuando llegamos a los pueblos, ver las casa, la gente, imaginar sus vidas en ese lugar, que tan diferentes serán a mi propia vida, esos niños que veo ahí en la calle, ¿jugaran a lo mismo que jugamos mis primos y yo? ¿que se sentirá vivir en una casa tan llena de plantas? justo como esa que veo en la esquina o tener animales como en aquella otra que acabamos de pasar y donde a través del cristal alcance a ver un enorme puerco tirado en el patio.
Ya estamos entrando en Chihuahua, y en nada estaremos en casa de mi tía, ya tengo muchas ganas de verlos a todos, abrazarlos después de un año y pasar dos meses completitos con toda la familia.
Esta recopilación participa en el Reto Anual "12 Meses 12 Relatos 2020" organizado por De aquí y de allá by TanitBenNajash
No hay comentarios.:
Publicar un comentario