¿Quieren
que les narre una historia? Pregunto el viejo capitán –Y los niños al no tener
nada mejor que hacer en esa tarde lluviosa, corrieron a sentarse a los pies del
sillón, donde descansaba el viejo; quien acomodando la pipa en su boca, les
dijo, les voy a contar de la vez que conocí a una sirena.
-¿Una
sirena? ¿Como las de los cuentos? –Pregunto uno de los niños, mientras los
demás murmuraban asombrados.
–Así es, contesto el capitán con una sonrisa en
los labios.
Fue
hace muchos años, yo apenas era un poco más grande que algunos de ustedes,
aunque ya me sentía muy mayor y me urgía salir a pescar a mar abierto con mi
padre y mi abuelo, estaba cansado de los quehaceres de la casa y de solo
acercarme al pescado para ayudar a quitarles las escamas y tripas.
Pero
mi padre, a pesar de que el mismo había salido a pescar a una edad más temprana
que la mía, se negaba a llevarme con ellos, ya que decía que yo era muy
impulsivo y que mientras no aprendiera a controlarme era un peligro para los
demás y para mí mismo, el que fuera con ellos.
Bueno,
pues yo había decidido que no me importaba que no quisiera llevarme,
pues tenía hecho un plan completo y la próxima vez que viajara al pueblo a
vender el pescado seco y conservas que mi madre preparaba,
tomaría la lancha y me haría a la mar y traería tan buena pesca, que no solo no
me regañarían por haberme escapado de esa manera, si no que recibiría muchas
felicitaciones de los demás pescadores y con eso demostraría a mi padre que era
lo suficientemente grande para acompañarlos.
Por
fin había llegado el día, mi padre partió por la noche cargada la vieja
carreta, justo antes de que mis hermanas y yo nos acostáramos, para estar en el
pueblo al clarear la mañana y vender sus productos en el mercado. Con un poco de suerte esos serían los últimos
pescados secos que yo ayudaría a preparar.
Esa
mañana me levante muy temprano, el horizonte se veía gris; una tormenta
amenazaba con llegar a la costa, por un momento considere dejar mi aventura
para otra ocasión, pero rápidamente deseche esa idea, pues sabía que tal vez no
tendría esta oportunidad de nuevo muy pronto; por lo que tome un suéter más
grueso y me lo puse encima de la ropa, ya tenía la mochila con provisiones
listas para mi aventura, así que la tome del piso y la puse en mi espalda,
mientras con mucho cuidado abría la puerta de mi cuarto y salí sin hacer apenas
ruido.
Al
salir al pasillo tome un pequeño descanso para comprobar que todo seguía en
silencio y tomar del refrigerador un trozo de carne que le iba a dar al perro,
pues con sus ladridos era capaz de despertar a toda la casa en pocos minutos y
entonces sí, hasta ahí llegaría mi aventura. Con
mucho cuidado abrí la puerta, aventando el pedazo de carne por delante de mí,
escuche correr al perro, conté hasta 15 y salí de la casa; cerré la puerta a mi
espalda con todo el sigilo que fui capaz y di unos pasos para ver la reacción
del perro; pero este entretenido en morder y saborear la carne apenas si volteo
a verme, una mirada como diciendo – ¿Y ahora a dónde vas tú a estas horas? Pero
no debió interesarse demasiado en la respuesta, pues rápido regreso su atención
al trozo de carne entre sus patas.
Rápidamente pase a su lado, y con pasos rápidos entre la arena, llegue a
la reja; en ese momento me volví para contemplar la casa, por un segundo me
pareció ver que las cortinas en el cuarto de mi abuelo se movían, observe con
más cuidado, pero nada más sucedió, tal vez fuera el viento de la tormenta que
ya estaba jugando en tierra o mis nervios traicionándome; así que apresure el
paso y de un salto pase sobre la valla, dejando detrás de mí al perro que
seguía comiendo y la casa en total silencio.
Mire
la hilera de casas, en donde algunas luces ya empezaban a asomar en la
oscuridad de la mañana, tenía que apresurarme pues los otros pescadores no
tardarían en salir de sus casas, y si alguno de ellos me veía, habría preguntas
y bueno, yo quería evitar cualquier encuentro que no me dejara realizar mi
hazaña. Así que corrí lo más rápido que
pude con el peso de la mochila golpeando en mi espalda, y pensando que tal vez
ese suéter extra no había sido tan buena idea, corrí pasando por el borde de la
playa hasta donde estaba nuestra lancha amarrada y con gran trabajo –Realmente
no pensé que pesara tanto- logre voltearla, metí los remos dentro y empuje con
todas mis fuerzas, resoplando y jadeando; a través de la arena húmeda, hasta
tocar el agua, una vez ahí fue fácil deslizarla dentro, aventé mi mochila por
encima de la borda y de un salto me subí, el corazón me latía furioso dentro
del pecho, el cuerpo cargado de adrenalina listo para comenzar la aventura,
tome un par de segundos, para relajar mi respiración agitada por la carrera y
el esfuerzo y tomando los remos, poco a poco logre agarrar el ritmo en el remado;
despacio fui dejando la playa y la ensenada que rodeaba nuestro pequeño pueblo
pesquero y entre a mar abierto. Cuando
me di cuenta la playa era ya un punto en la distancia y la mañana asomaba ya en
unos tímidos rayos de sol que se asomaban entre los nubarrones grises, solo
esperaba que la lluvia tardara todavía en llegar; aunque sabía también que
gracias a esa amenaza de tormenta ningún pescador saldría hoy a mar abierto, se
limitarían a echar las redes cerca de la playa, y así en cuanto empezaran a
caer las primeras gotas, levantaría todo y regresarían a sus casas. Nadie
quería arriesgarse a quedar atrapados en medio del mar con una tormenta encima
de ellos, pues el cielo se oscurecía tanto que a veces parecía media noche en
vez de medio día. Los más viejos
espantaban a los niños pequeños diciéndoles que esos días es cuando los
demonios del mar aprovechan para subir a la superficie en busca de pescadores
incautos que creyeron poder vencer a la tormenta.
-Cuentos
de viejos- pensé yo, es solo que a nadie le parece cómodo estar mojado hasta
los huesos, mientras trabaja.
Seguí
remando hasta que perdí la playa de vista, metí con mucho esfuerzo los remos
dentro del bote y tome mi mochila de donde saque mi lonche, tanto trabajo me
había dado mucha hambre; así que comí masticando deprisa, pasándome todo con
tragos de agua. Cuando termine, guarde
la basura dentro de la mochila y echando los remos dentro del agua, fui remando
más mar adentro; ya que mi abuelo siempre decía que ahí es donde se consigue la
mejor pesca y yo tenía que llevar solo lo mejor. Por
fin, después de remar durante un rato, me sentí satisfecho con el lugar donde
estaba. Enseguida me puse a buscar el
ancla
-En
ese momento, el capitán hizo una pausa en el relato, para dale un par de
caladas a su pipa y acomodar sus ideas para que ningún detalle de la historia
se escapara de su memoria.
-Los
niños inquietos le pedían que continuara, aunque el aún tardo un par de minutos
más en hablar.-
Encontré
el ancla en la esquina de la lancha, justo debajo de la cámara; solo para darme
cuenta de que era demasiado pesada para mí, me fue imposible moverla, a pesar
de que lo intente por varios minutos con todas mis fuerzas, con la cara roja
por el esfuerzo y mi espalda empapada en sudor decidí que era mejor dejar el
ancla donde estaba y buscar la red; después de todo si me movía con cuidado, no
tendría ningún problema por la falta de anclaje.
Al
fondo de la cámara estaba una caja de metal donde sabía estaba la red, así que
con cuidado de no golpearme la cabeza, me agache y la jale hacía mí, en ese
momento un relámpago rompió el silencio del mar, asustándome y haciendo que me
levantara más bruscamente de lo que debería, con lo que la lancha se ladeo y
uno de los remos se soltó de la chumacera debió al movimiento repentino y
brusco, solo escuche el Plaf del remo al chocar en la superficie del agua,
desesperado corrí hacía el lado de la lancha donde había caído estirándome lo
más que podía sin caer al agua intentando alcanzarlo, pero fue imposible, para
mi horror vi como el suave movimiento del agua empezaba a llevarselo, sabía que
debía de pensar rápido antes de que se alejara y entonces si fuera imposible
alcanzarlo, tome el otro remo para intentar jalar al caído, pero el esfuerzo de
los últimos minutos me habían dejado agotado, y debido al impulso en cuanto
toco el agua el peso fue demasiado y sin que pudiera hacer nada para evitarlo
escapo de mis manos.
Con
los ojos desorbitados por el miedo, solo pude ver como los remos se iban
alejando poco a poco de la lancha, mientras trataba de pensar cómo iba a hacer
ahora para regresar a tierra firme, con un remo hubiera sido muy difícil mas no
imposible, sin embargo, ahora, no sabía que hacer; inútilmente busque algo que
pudiera usar como sustituto de remo, pero ahí no había nada que remotamente
pudiera servir. Mientras todo esto
pasaba no paraba de pensar en mi madre, en mis hermanas pequeñas, en mi padre y
en mi abuelo; en qué pensarían cuando se dieran cuenta que no estaba, cuanto
tardarían en darse cuenta de lo que había hecho y si me encontrarían a tiempo,
sin quererlo las lágrimas comenzaron a correr por mi cara, ya no quería esta
aventura, ni llevar los mejores pescados, solo quería estar en mi casa,
calientito y seco.
Después de un rato llorando, pensé que lo mejor que podía
hacer era serenarme, y agotado por el llanto y el esfuerzo me acosté encima de
una bancada, deseando más que nunca que alguien se animara y saliera mar
adentro, que me encontrara y llevara de regreso. Poco me importaba ya el regaño que me
esperaba en casa y así sin darme cuenta, me quede dormido. Cuando desperté, sentía frío así que intente jalar mi
cobija, sin éxito; tarde algunos segundos todavía en recordar donde estaba y el
problema que tenía, despacio me incorpore y estire mi cuerpo intentando alejar
el dolor y la incomodidad por haber dormido sobre la madera dura, luego me
talle los ojos y mire alrededor de mí, esperanzado en encontrar otra lancha
cerca.
No encontré ninguna lancha, escuche muy atentamente y en
silencio, por si escuchaba a la distancia algún motor o el chapoteo de remos en
el agua; pero por más que me esforcé no escuche ni una ni otra cosa,
desesperanzado, me senté en el fondo de la embarcación a pensar cual debía ser
mi próximo movimiento, tal vez buscar algo que pudiera servir de vela y esperar
que llegara un viento pronto, o revisar de nuevo por si algo pudiera servirme
como remo; estaba sumido en esos pensamientos cuando escuche un pequeño
chapoteo en la orilla de la lancha, creí que sería algún pececillo así que lo
deje ser y seguí pensando cómo hacer para regresar a la orilla; pero el
chapoteo seguía oyéndose en el mismo sitio, así que curioso me empecé a
levantar para ver que lo provocaba, quien sabe, tal vez fuera un delfín, tal
vez el pudiera ayudarme; pero al levantar la vista, en vez de un delfín lo que
vi fue a la más bella criatura que hubiera visto jamás, tenía unos cabellos
largos y negros que se movían al compás del agua, su piel era lechosa, tan
blanca que la luna palidecía ante ella, sus ojos que me miraban fijamente eran
de un azul tan intenso que parecían dos trozos de agua arrancados del mar, sus
labios eran tan rojos como un botón de rosa floreciendo en primavera.
Me quede tan absorto viéndola que no me di cuenta cuando la
fascinante criatura se acercó a mi lado, estaba tan cerca, con medio cuerpo
dentro de la lancha, que si estiraba mi brazo, podría tocarla con la punta de
mis dedos, sin embargo no lo hice y me quede donde estaba observándola, pues de
pronto vinieron a mi mente todas esas historias que contaban los pescadores en
las noches de luna llena, a la luz de las fogatas, historias en donde las
sirenas –porque estaba seguro que esta criatura eso era- eran seres terribles
que arrastraban a los incautos y desafortunados hombres que llegaban a cruzarse
en su camino, llevándolos con ellas a las profundidades marinas.
La bella criatura debió ver la duda en mis ojos pues embozo
una sonrisa capaz de opacar al mismo sol, y al verla todos los cuentos e
historias desaparecieron de mi mente, solo quería acercarme a ella y tocarla. En el mismo instante en que ese pensamiento cruzo por mi
cabeza ella empezó a cantar con una voz tan hermosa, era como si un coro de
ángeles hubieran bajado a cantar a mi balsa, la melodía salía y se elevaba a
las alturas, sentí algo quemándome en las mejillas y al tocar mi cara me di
cuenta que estaba llorando, me limpie los ojos, mientras la sirena entonaba una
última nota antes de terminar la canción.
En ese estado hipnótico en que me encontraba, decidí que
las historias que había escuchado toda mi vida definitivamente solo eran
cuentos para asustar a los más pequeños, esta sirena parecía todo, menos capaz
de causarme daño; despacio para no asustarla me acerque hasta que mi cara quedo
casi pegada a la suya, ella me sonrío y me dio un beso en la boca, en el
momento en que sus labios me tocaron, sentí como el aire se me iba del cuerpo,
tarde un par de segundos en darme cuenta que en realidad no podía respirar, por
más que intentaba jalar aire a mis pulmones, este no llegaba a ellos, me sentía
como esos peces que boquean frenéticos al sacarlos del mar, intentando jalar
aire de un medio donde no lo encuentran; me sentía mareado y todo me empezó a
dar vueltas alrededor, mire a la sirena que aún sonreía y me quede paralizado
de miedo, pues a pesar que seguía siendo la misma sonrisa que hiciera que me
acercara a ella, ya no era para nada hermosa; era maligna y repulsiva.
Sentí que no podía más y que me estallaría la cabeza
mientras las cosas a mi alrededor se empezaban a nublar, cuando ella entro
completamente dentro de la lancha y en un solo movimiento me tomo de los brazos
arrastrándome con ella a las profundidades, entonces supe que quedarme sin remos,
había sido el menor de mis problemas que ahora moriría ahogado, y que nunca
nadie encontraría mi cuerpo; por lo menos no completo, me dieron ganas de
llorar pero no podía, así que solo cerré los ojos y espere el fin.